Héroes Sobrehumanos

Cuando comenzamos a nacer la mente empieza a comprender

que vos sos vos y tenés vida.

Ya en la infancia, a los que tuvimos la suerte de poder cumplir con la enseñanza obligatoria, nos enseñaron lo maravilloso del ser argentino. De sentirse orgullos de lo que tenemos y de quienes forjaron la Patria, pero al mismo tiempo nos inculcaron que es un imposible a seguir.

Nos metieron en la cabeza que nuestra revolución fue intelectual y se llevó a cabo sin derramar una gota de sangre. Como si fuera traumático reconocer que no se derramaron gotas, sino que corrieron ríos a lo largo de las guerras independentistas.

También nos aseguraron que nuestros próceres fueron seres sobrehumanos, que llevaron una vida similar al camino a la santidad que los hizo perfectos. Parece que es pecado reconocer el simple hecho que eran seres humanos, al igual que usted y yo. Como si no fuera mucho más valeroso y motivador saber que uno podría ser como ellos, si se lo propusiera. Pero no, son inalcanzables, ya que tendríamos que realizar milagros como para ser Santos.

¡Qué poca cosa es la realidad! Mejor seguir, mejor soñar que lo que vale no es el día.

Pero el sol está, no es de papel es de verdad.

Nos inculcaron que Rosas era un Unitario disfrazado de rojo punzó federalista, subestimando inconcientemente (o no) de los caudillos del interior que confiaron en el Gobernador de Buenos Aires. Aprendimos que era sanguinario y tiránico, pero nunca supimos del contexto histórico. Adoramos a Urquiza pero se les escapó el detalle del reparto del dinero y cargos de la Gobernación de Buenos Aires entre quienes acompañaron al desplazamiento de Rosas.

Bajo estos mismos preceptos Rivadavia es el primer presidente argentino. Pero lo es por una cuestión del Género Presidente, porque nunca nos mostraron lo ilógico de un Presidente por mandato de una Constitución no reconocida por ninguna provincia.

Cruzar la Cordillera de los Andes en caballos blancos y rozagantes es lo admirable. Hacerlo en camilla por algunos tramos a causa de una úlsera sangrante, es de maricón, no es heróico, debe ser ocultado.

De la Constitución de 1853/60 sólo nos enseñaron el Preámbulo, para que nadie preguntase dónde queda la República, cuánto cuesta una Democracia, ni qué es el Federalismo.

Tenés una boca para hablar, comenzas a preguntar y conocés a la mentira.

¿Por qué nos mintieron tanto? No digo la omisión de contar detalles, sino la mentira propiamente dicha. Una revolución sin sangre. ¿Qué tiene de malo? ¿Los chicos no van a poder dormir?

Hombres inalcanzables y revolucionarios intelectuales nos limitaron. Creo que de allí viene nuestro conflicto psicológico de sumisión constante. Es más fácil adjudicarle a Belgrano la creación de una bandera que decir que participó de la Revolución de Mayo y de la declaración de la Independencia, que estuvo al frente de una milicia sin ser militar y que si murió de tuberculosis fue a causa de la falta de abrigo y botas, las cuales cedía a sus subordinados por culpa de los insumos que nunca llegaban de parte de los revolucionarios intelectuales. Y mejor decir que murió pobre a reconocerle una hija sin matrimonio.

Con tus piernas vas a caminar, pero te empiezan a encerrar

y ahí te quedás con tu rutina…

Mejor no saber qué contiene la Constitución a tener que aprender a defender nuestros derechos sociales, civiles y políticos y reclamar el respeto de los mismos, poniendo en funcionamiento nuestras instituciones.

Somos un país de mal educados, ya que nos enseñaron mal. Nos mintieron descaradamente en la cara hablándonos de derechos civiles en épocas de tiranos, contándonos las maravillas de la independencia de poderes en el país del quórum automático y jueces adictos al poder, dándonos clases de Educación Cívica en la tierra del clientelismo político.

¿Y qué vas a hacer? Uno se cansa de correr…

Creo que así podemos llegar al punto donde surge nuestro mayor latiguillo, el no te metas. Frase que aprendimos desde chiquititos en la escuela de manera metódica y compulsiva. Próceres inalcanzables e inimitables, hazañas propias de extraterrestres, no de ciudadanos comunes y corrientes con ideales.

Y así estamos. Quejándonos mientras nos sodomizan, pero sin movernos para que se detengan. Años, lustros, décadas aprendiendo que la moral y las buenas costumbres son lo más importante, mientras la realidad nos demuestra que parecieran ser incompatibles con la función pública. Generaciones viendo como nos estafa el Gobierno de turno mientras puteamos en el taxi, en el kiosco de diarios o en el almacén de la esquina.

Pero si te ofrecen el final…

Ay de quién se anime a proponer algo a quien se está quejando! Somos tan pero tan mansos que no solo no nos calentamos por el país, sino que ni siquiera en defensa propia, o de nuestros hijos, de nuestros nietos, en definitiva, de nuestra posterioridad. Usted piensa que nosotros les pagamos el sueldo y son ellos los que tienen que hacer las cosas bien. Es cierto y le doy la razón.

Pero si ellos se pasan de la raya, y ven que nadie les dice nada, y que nosotros encima nos quedamos mirando la tele en casa, no tenemos margen para quejarnos.

Ya no sé de quién es la culpa. Pero me pareció interesante al menos pensar por qué se admira tanto a hombres que lo único que hicieron es hacer lo que tendríamos que hacer nosotros todos los días:

Pelear por lo que creemos que es justo, no dejar que nos pisen la cabeza y llevar como bandera nuestros ideales.

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Hablando de Crear Conciencia (Oliverx, Nuestro Gurú) Publiqué en Te Cuento los Setenta sobre un Abrementes. John Lennon.