Yo terminé la Secundaria en diciembre de 1999, no hace mucho tiempo, lo tengo bastante fresquito por suerte. Los teléfonos ya tenían un número más, ya existían los colectivos de piso bajo, el DVD y la pantalla de Plasma, aunque eran artículos de lujo. Las diferencias en tecnología, podrían ser mínimas, como en el caso del reproductor de música en formato mp3, nosotros con suerte disponíamos de un discman, que era de lo menos práctico si no tenía la fortuna de contar con sistema antishock y las cámaras digitales no tenían mercado.
La mayor diferencia, entonces, la noto en 2 factores: el celular y la Internet.
Estos dos elementos, ya existían en mi adolescencia y para nosotros no tenía sentido el celular a nuestra edad. No nos importaba. Había mundo antes del celular y tranquilamente podríamos seguir sin él. Y no porque fuera algo costoso, ya que en 1998 se podía acceder a un celular a un precio razonable (y no los 300 dólares que costaba un Tango usado en 1994). La Internet era algo difícil de acceder pero no imposible. Tener un modem de 52kbps era un lujo. Y no se si recuerdan la triste calidad gráfica de las páginas de hace menos de 10 años. Hoy, un celular cuenta con cámara de fotos, filmadora, reproductor de música, de video, agenda, despertador, calculadora, organizador, mensajes de texto (seguro que alguien se acuerda de cuando había que llamar a una empresa para mandarle un mensaje al biper de una persona) y navegador de Internet. Además de todas esas funciones, algunos dicen que todavía sirven para hablar.
Entonces, llego a la conclusión que dos herramientas que tendrían que servir para admirarse de los avances de la tecnología y buscar su aplicación en la sociedad, nos aleja cada vez más de los conocimientos.
Mi generación ya era juzgada como lo peor de lo peor. Veníamos después de la llamada “Generación X”. Crecimos con la depresión del Grunge de Nirvana, Pearl Jam o Blind Melon, y supuestamente, teníamos mayor apatía por la vida política que nuestros antecesores. Algunos sociólogos decían, ya en ese entonces, que nos pasaba eso porque habíamos crecido en democracia, que no teníamos en nuestro imaginario la lucha por la libertad y bla, bla, bla. Menos mal. Me preguntaba en ese entonces en cual parte de tranquilidad cívica encuadraba el miedo que sentí cuando tomaron el regimiento de La Tablada (gran parte de mi familia vive en Ciudad Evita y yo en ese entonces tenía 6 años), más la hiperinflación, el país prendido fuego y la reforma constitucional de 1994 (por citar algunos pocos ejemplos).
Sin embargo, en aquella generación apática para con la realidad social, yo veía que muchos nos preocupábamos y de verdad. Colaborábamos en comedores comunitarios, nos pusimos las pilas para las escuelas de frontera en el Noroeste Argentino. Yo leía el diario todos los días, iba a bibliotecas, al Archivo de la Nación, a las Naciones Unidas, quería saber, quería que no me engrupieran más.
Si hubiéramos tenido la velocidad y expansión que logró la Internet en estos últimos tiempo, cuando teníamos tan solo 16 años, habríamos hecho desastres. Los cuestionamientos habrían batido todos los records. Porque un adolescente cuestiona, un adolescente pregunta, un adolescente protesta. No tan solo para que le pongan límites o lo domen para la vida en sociedad, sino porque está formando su personalidad.
Tener tamaña herramienta como es la Internet para sacarse fotos con el celular y pedirle por mensaje de texto a los amigos que están en la misma aula, que te firmen el fotolog, me parece cuanto menos ridículo. Y me altera los nervios, porque siempre me consideré una persona abierta a las cosas modernas. Pero esto me altera. El narcisismo adolescente es algo que todos hemos vivido y sufrido. No existía nada que nos hiciera sentir realmente lindos. Con el fotolog, lo único que buscan es la popularidad por como se ven, no importa como piensen ni qué ideal de mundo tienen en sus cabezas.
¡Son adolescentes! ¡Hagan quilombo! ¡Provoquen! Hagan que los vean de costado y se horroricen, pero no por el peinado, sino porque están haciendo algo nuevo y que puede servir. Logren ponernos nerviosos pero no porque no sabemos quién es quien, sino por lo que tienen para decir. Porque acá, siempre se le tuvo miedo a la juventud, por su poder, su fuerza de empuje y por las ganas de preguntarse las cosas.
Chicos, ustedes son el futuro de nuestro país. La clase dirigente de mañana.
Me estoy viniendo viejo, lo se.