Hegemónicamente Pelotudos

Siempre creí que había distintas realidades paralelas en una misma sociedad y que dichas realidades se condicionaban por la situación social de cada persona, por el estrato que ocupa en el escalafón social.

A medida que fueron pasando los años, fui racionalizando estas concepciones porque pensaba que no era así, dado a cómo iban cambiando las realidades de todos (y la mía inclusive). Pero después me di cuenta que estaba equivocado. Que las realidades son bien distintas para cada uno, pero que no van variando por mi percepción, sino porque simplemente así sucede. O sea, no es que me parezca, cambian.

Analizando lo dispar de distintas manifestaciones populares, como podría ser un resultado electoral, uno podría deducir muy rápidamente que en la Argentina no hay hegemonía, lo cual no es poco.

Que no haya hegemonía en un pueblo de 150 millones de habitantes, sería algo entendible, pero en la Argentina somos, piojos más, piojos menos, 36 millones de habitantes (supuestamente, el Indec al momento del Censo no estaba intervenido).

Y si tomamos por ejemplo el útlimo resultado electoral, que del padrón vaya a votar el 70%, ya habla que hay un 30% que no tiene ganas de participar de un acto eleccionario, porque sería mucha coincidencia que todos estuvieran enfermos el mismo día.

A mi criterio, todos los puestos electorales con una abstención del 30% son minoritarios. No es el respaldo de la mayoría, como se escucha en una propaganda. Es de los que fueron.

La hegemonía entonces se encoge.

En muchos aspectos nos encontramos con que la identidad del ser Argentino se está reduciendo cada vez más.

No nos confundamos con las identidades provinciales, las cuales son lógicas por múltiples factores, entre ellos las diversas mezclas de culturas que dieron forma a cada pueblo.

Me refiero más bien a lo que nos hace “argentinos”. Está cada vez más difuso. Incluso las ideologías, que antes por lo menos se dividía siempre entre dos grandes mayorías y alguna que otra minoría dando vueltas.

Realistas e Independentistas, Unitarios y Federales, Conservadores y Radicales, Radicales y Peronistas, fueron dando lugar en menos de 15 años a una melange de cosas que nadie entiende.

Las ideologías van desapareciendo y con ellas se van las identidades de cada uno de nosotros. Se nos va, en serio.

La realidad de cada uno es tan distinta a la del vecino que uno se siente extranjero, de otro país directamente.

Para mí no es que ya no exista la clase media. Ya no existen las clases, en definitiva. Ninguna.

Hay gente que no tiene para comer, gente que come de vez en cuando, gente que come todos los días, gente que come lo que quiere y cuando quiere. Hay pobres de casilla de cartón, de chapa, de material, con o sin caballo. Que pueden o no comprar un litro de leche por día. Que pueden o no pagarse un colectivo. Están los que pueden alquilar o no, los que pueden pagar un crédito hipotecario o no, los que pueden irse de vacaciones o no. Los que tienen un auto, los que tienen dos, los que tienen tres. Los que viven en un country, en un piso en Avenida Libertador o en Barrio Parque. Los que pueden viajar afuera y los que nunca saldrán de su pueblo.

Y a nivel político también sucede. Están de izquierda comunistas, socialistas a favor o en contra de las políticas del gobierno. Peronistas anti Kirchneristas. Kirchneristas antiperonistas. Radicales kirchneristas. Radicales tradicionales. Etcétera.

Lo que no entiendo es la porción de la población que se dedica a agradecerle al gobierno aún no sabemos qué. Agradecer que tiene trabajo con el cual no pueden vivir. Agradecer que no pueden comprar en una verdulería dolarizada. ¿Agradecer qué?

El lunes habrá gente en la Plaza que irá a agradecer que todavía no asumió la nueva vieja gestión y ya tenemos hemorroides.

Los laburantes que utilizan el transporte público, van para agradecer el aumento (justicia al fin para los trenes que tanto lujo nos brinda a diario).

Van a ir a agradecer que mientras todo sube, el sueldo baja.

Van para agradecer que a partir del primero enero los aportes jubilatorios aumentan. Por lo cual al que le aumentaron el sueldo por ahí le baja la plata en mano. Y al que no le aumentaron, le baja nomás.

Van para agradecer que se gastará 42 millones de dólares en comprar el avión más caro de viajes civiles para que ella viaje cómoda.

Van para agradecer que la inflación no existe, y el salario tampoco.

Van a agradecer que a los pobres le cambiaron el título, ya que el Indec al dar datos falso de la inflación, también da falsas precisiones sobre la línea de pobreza, por lo cual el pobre ya no es pobre, ojos que no ven...

Van a agradecer que el sueño de la casa propia está cada vez mas lejos con tasas de interés ajustadas a la Inflación Real y salarios atados a la inflación oficial.

Van a agradecer el cambio que recién comienza.

Pensándolo bien, los argentinos en lo único que somos hegemónicos es que a todos nos toman de pelotudos. A algunos más, a otros menos. Pero a todos nos toman de pelotudos. Nos quedamos mirando la tele mientras nos sodomizan a diario.